Al encender el ordenador, me enteré que Romina Yan había muerto.
Diréis, todos tenemos que morir alguna vez. Y sí bien es verdad, no logró aceptar la muerte de Romina. Tenía 36 años, casada y con tres hijos.
Porque me enseñó a soñar, y porque marcó mi infancia.
Hasta siempre, Romina.
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